De la cruz a la tumba vacía el viaje de nuestra redención

18 de abril de 2025

La cruz habla en silencio de sacrificio, expiación, redención, consumación y propiciación. Cuando deseamos que nos identifiquen a los ojos de los demás, vemos el mensaje más vital del universo: la cruz. Esta dice quiénes somos y nos muestra el amor tan grande que Dios tiene para cada uno de nosotros. Es más, la cruz nos revela que somos criaturas necesitadas de la salvación y nos señala el camino.

«En Cristo, la cruz se usó como instrumento de castigo, sospecha y crueldad. Sin embargo, después de la resurrección se ha usado como el perfecto decreto de Dios para la verdadera libertad del ser humano.»

Si en toda la Biblia quisiéramos hallar un punto de convergencia, lugar donde más se visualiza la noble obra de Dios por el hombre y para el hombre, eso lo encontramos en la cruz. Allí fue donde el cielo dictó sentencia, condenó al maligno y besó a la humanidad. El apóstol Juan menciona: «Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota […] Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús […] estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena» (Juan 19:14, 23, 25).

El Jesús de la resurrección

Una de las afirmaciones más relevantes de las Escrituras es: ¡El Señor resucitó! Sí, de seguro que la resurrección del Señor es un hecho histórico que no puede dudarse. Por tal motivo, quiero que veamos algunos datos relacionados con tal acontecimiento.

El juicio al Señor tuvo lugar el día de la preparación para la Pascua (Juan 19:14). Según Juan, crucificaron a Jesús cerca de la hora sexta (Juan 19:16), hora también cuando se sacrificaban los corderos pascuales. Al parecer, Juan coloca el sacrificio de Jesús en la misma hora que realizaban aquel acto.

El primer día de la semana, muy temprano en la mañana, dos de las Marías se apresuraron para visitar el sepulcro. ¡Qué tremendo anuncio recibieron! Un ángel llegó del cielo tras un terremoto, removió la piedra, puerta del sepulcro, y se sentó allí. Este ángel lanza la increíble noticia: «Yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado […] id pronto y decid que ha resucitado» (Mateo 28:5-7).

Una de las perlas del Nuevo Testamento son estas palabras de Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» (Juan 11:25-26). En el campo de batalla entre la vida y la muerte, ¡Jesús izó la bandera de la esperanza!

«¡Bendita resurrección del Señor que abrió la puerta de su sepulcro y que abrirá las nuestras!».

Un milagro es un suceso insólito, algo tan asombroso que no puede explicarse. De eso se trata la maravilla de la resurrección de Jesús, pues ha dejado huellas imborrables en la historia de la humanidad. En los tratados de teología, se le llama «milagro» a un suceso tan sensible y transcendente que solo se produce con la intervención de Dios. ¡Eso fue lo que sucedió aquel domingo de la Pascua!

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